♡ Popurrí,  Blog

¿Qué tienen en común los testimonios que cuento en mi blog?

Ya lo dije en el artículo del viernes pasado (la última parte del testimonio de Rubén Solari): soy coleccionista de testimonios. Me encantan. Me animan mucho en mi vida cristiana, me motivan a seguir y me ayudan a entender lo real, cercano y actual que es Dios.

Además, en todos (o en casi todos) los testimonios hay factores en común. Voy a mencionar cuatro, pero seguramente haya muchos más. Si ustedes llegan a notar otros, me lo cuentan en los comentarios.

1 – Una persona que ora

El primer factor, y para mí el más importante, es que en todos los testimonios siempre hay una persona que ora; quiero decir, que dedica tiempo a la oración.

¿Qué hubiese sido de la vida de Rodrigo Báez si ese pastor no hubiese orado con insistencia por él? ¿Se habría encontrado Rubén con ese Cristo de madera, que finalmente fue una representación del verdadero, si Benito no hubiese estado de rodillas intercediendo por su libertad? ¿Se habría encontrado aquel pastor con la abuela de Fabián Liendo si antes en su intimidad no hubiese pasado tiempo de calidad con el Creador?

Yo creo que esto es lo que realmente hizo la diferencia de esas vidas comunes en las vidas de otras personas que necesitaban con urgencia del Señor: una vida de oración.

2 – La guía del Señor

¿Quién puede asegurarle a una persona que va a ser sana (con certeza y convicción) si antes no es realmente guiado por el Señor? Así fue el caso de Orville Swindoll, cuando se acercó a Rubén, quien estaba en silla de ruedas, y le aseguró que si perdonaba aquel juicio, el Señor lo sanaría.

¿Podrían haber dicho José Luis y Luciana las palabras “correctas” si no hubiesen sido guiados por el Espíritu Santo? ¿Podría Liliana haber impactado desde el silencio a esos asaltantes si no hubiese llevado una vida de integridad?

3 – Fe

¿Te pararías en el centro de en un inmenso mercado esperando solamente que tu auto se llene de mercadería, aunque no tengas un solo peso en tu bolsillo, como lo hizo Omar Gaitán?

Y de paso les cuento otro testimonio cortito, que leí hace unos años en uno de los libros que corregí y siempre lo tengo muy presente: una mujer no tenía qué darles a sus hijos para que merendaran. Cuando llegaron del colegio, los sentó alrededor de la mesa y les dijo: “Vamos a dar gracias a Dios por su provisión”.

Los chicos, un poco desorientados por la situación, observaban la mesa vacía y se miraban unos a otros. Después de dar gracias, en fe, con la confianza de que Dios es el que suple todas las necesidades, tocaron la puerta: era el tío de los nenes que venía a traerles una canasta llena de alimentos.

Eso es confianza. Eso es fe.

4 – Pasión

Otro de los factores en común que noto en todos los testimonios que cuento es la pasión por el Señor, por hablar de él, por vivir una vida que le agrade. Esa entrega la noté en todos los testimonios que estuve contando en este tiempo, pero el ejemplo más claro es el del hombre que evangelizaba con una lata.

Creo que este fue el artículo del blog que menos visitas recibió (y comentarios), pero injustamente, porque considero que es, de todos los que relaté brevemente en la categoría Testimonios, uno de los más impactantes (si es que se pueden poner en alguna especie de escala que mida el “impacto” de cada uno).

Para “resucitarlo” un poco, les voy a contar brevemente de qué trata y después ustedes deciden si ir a leerlo o no: Haralan Popov estaba preso por el evangelio, y en una oportunidad había sido llevado a una celda de castigo, aislado de los demás y sin aparente comunicación con el resto.

Sin embargo, en la prisión, los presos habían forjado una especie de telégrafo básico, “consistía en su código Morse elemental. Un golpecito en la pared representaba la letra ‘A’. Dos era la ‘B’. Tres, la ‘C’, y así en adelante a lo largo de todo el alfabeto. ¡Para decir algo con la letra ‘Y’ se tardaba una eternidad!”.

El autor del libro usaba este método para predicarle el evangelio a otros prisioneros que también habían sido llevados a celdas de castigo, con los cuales no podía hablar (entiendo que por la falta de aberturas o por la distancia), pero con los que sí podía comunicarse a través de este método.

Muchas vidas fueron transformadas solamente con el golpeteo de una taza de lata, sin pronunciar palabra alguna.

¿No es eso pasión y entrega verdadera?

***

¿Notás algún otro factor en común entre estos tremendos testimonios? ¿Sentís que en tu vida se cumplen estos cuatro factores?

2 Comentarios

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *