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“Sonido de libertad”. ¿Me quisieron robar a mis hijas?

La película Sonido de libertad (Sound of freedom, en inglés) revolucionó los cines desde el día de su estreno.

Fuimos con mi esposo a verla, preocupados en parte por cómo podía afectarnos, dado que somos padres de tres niñas. Y no les voy a mentir, salí del cine llorando y con un poco de amargura, de impotencia… Cuántas cosas tan terribles pasan a nuestro alrededor y no nos damos cuenta.

Pero cuando salimos de la sala de cine, en silencio y con lágrimas en los ojos, pensaba en que necesitaba escribir sobre esto (a veces escribir es eso, una necesidad).

Y necesitaba escribir sobre Sonido de libertad porque a menudo pensamos que el problema del tráfico de niños está lejano a nosotros, y el percibirlo así nos afecta de dos formas: la primera, porque creemos que estamos exentos de que nos pueda tocar vivir una realidad así (Dios nos libre, pero ¿quién lo está?). 

Y la segunda forma en la que nos afecta, y más importante, es que cuando una problemática la vemos lejana, pensamos que no tenemos ningún poder para influenciar sobre esta, y creeme que podés hacer mucho más de lo que te imaginás.

Antes de decirte cómo podés ser parte de la solución, quiero contarte dos situaciones que viví con mis hijas.

Un auto estacionado en frente de mi casa

La primera situación extraña que viví con mis hijas ocurrió cuando la mayor, ahora de cinco años, tenía tres años.

Ella estaba en el patio de mi casa, y yo entraba y salía. En un momento en el que yo entré, ella se fue al frente del terreno, pegada a la cerca que da a la calle, y se quedó mirando un auto que pasaba. Cuando yo salí a ver qué hacía, ese auto había frenado y el conductor, que se había bajado, había abierto una de las puertas de atrás y buscaba algo. Obviamente, la llamé a mi hija y le pedí que entrara.

No supe quién era ese hombre, ni si realmente estaba buscando algo en los asientos traseros. O si vio la oportunidad de una nena chiquita, sola, en un lugar solitario. No sé.

Una mujer quiere alzar a mí bebé en la República de los Niños

La segunda situación extraña la viví cuando mis hijas gemelas tenían aproximadamente cuatro meses.

Habíamos ido con unos amigos a la República de los Niños el Día del Niño (¡nunca lo hagan!). Claramente, esa idea no se nos ocurrió solo a nosotros y tuvimos que compartir el predio con muchas otras miles de personas que también había tenido esa buena idea.😅

En fin. Tuvimos que esperar MUCHO tiempo para comer y casi no pudimos recorrer el lugar.

Mientras esperaba a que los chicos compraran las hamburguesas, una de las chicas se había ido con las nenas más grandes a los juegos, y la otra, al baño. Yo me había quedado sola con las dos bebés. Una la tenía a upa, y la otra estaba en el cochecito, que era como un moisés, sin cinturón.

Como eran tan chiquitas, en ese momento solo podía tener a una sola a upa (les cuento un poco sobre la maternidad de gemelas en Mi experiencia como mamá de gemelas); y la otra, que estaba en el cochecito, lloraba.

Estar alerta

En medio de esa situación de llanto, a la que yo ya estaba más o menos acostumbrada, una mujer que estaba sentada a unos metros me preguntó: 

—¡Cómo lloran! Debe ser difícil, ¿no?

—Y, sí… —le respondí.

Y mirándome con un poco de pena, y refiriéndose a la que estaba llorando en el cochecito, se ofreció:

—¿Querés que la agarre?

—No, no. Gracias. Es siempre así, lamentablemente. Tienen que esperar su turno —le expliqué, intentando ser amable, pero estando alerta.

—Ay, sí, la agarro. 

Y se inclinó hacia el cochecito para levantar a la bebé… Por supuesto, me interpuse, dejé a la que tenía en brazos y, aunque le agradecí, no iba a dejar que una extraña en un sitio colmado de personas levantara a mi hija.

Además, esa mujer estaba sentada sola en un parque al que uno va para compartir con otros. ¿Quién era y por qué tanto interés en ayudarme? No sé. Muchos son muy solidarios cuando ven que la situación de dos criaturas de la misma edad me supera (porque pasa seguido), pero esa situación me pareció rara.

Si pensás que no podés hacer nada para cambiarlo, estás equivocado

Robo de niños, esclavitud sexual, pedofilia… ¿De verdad pienso que hay alguna forma de que esto cambie? Sí, y la solución al tráfico de niños, al abuso sexual, a la pobreza y a otros miles de males que nos afectan cotidianamente, directa o indirectamente, es… enseñarle a las personas a vivir como Jesús.

De hecho, esto fue lo que Jesús nos pidió que hiciéramos.

La Gran Comisión fue hacer discípulos de Jesús, gente que primeramente lo conozca y a partir de ese conocimiento quiera seguir su ejemplo, es decir, amar al prójimo, ser generoso, perdonar…

Y por supuesto que el primer paso para dar a conocer de Jesús es conocerlo primeramente uno, acercarse cada día (porque esto es un proceso) a su presencia y conocer un poco más de él.

Conclusión sobre Sonido de libertad

Si viste la película Sonido de libertad y saliste un poco amargado, o con impotencia, tenés que saber que sí, el mal va ir en aumento conforme pasa el tiempo, y el amor de muchos se va a enfriar (el amor por Dios, el amor por el prójimo), pero mi deseo y oración es no estar dentro de ese “muchos”

Que esta película, Sonido de libertad, y el conocer cuánto dolor hay en el mundo te motive (y también a mí) a vivir llenos de ese amor que sana las heridas, que abraza al que sufre, que ayuda al necesitado, y que levanta a las personas y las ayuda a entender que sus vidas tienen un propósito y una razón de ser.

Que Dios nos siga llenando de su presencia y guiando, porque, como dice la película, “cuando Dios te dice lo que tenés que hacer, no podés ignorarlo”.

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