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Me casé con la persona equivocada, ¿y ahora?

Me casé con la persona equivocada, ¿y ahora?

Ay, ay, ay, nuestra mente.

Cuando estaba de novia con Octavio, pensaba: “¿Será que me voy a casar con la persona correcta?”. Más que entendible, estaba por tomar una de las decisiones más importantes de mi vida. Sin embargo, pensé que esa pregunta iba a desaparecer una vez que estuviera casada, pero no. Cuando me casé, la pregunta solo cambió el tiempo verbal: “¿Será que me casé con la persona correcta?, ¿y si Dios tenía otros planes para mí y no los supe entender?”.

Las relaciones tienen etapas. Etapas en las que todo es color de rosa, nos reímos por todo y disfrutamos el uno del otro; y etapas en las que, por diferentes motivos, estamos más sensibles o irritables y, por lo tanto, más propensos a tener conflictos.

Pero, además de que el hecho de convivir con alguien que no piense exactamente igual que nosotros ya le da una sazón importante a la relación, tenemos que estar muy atentos porque el enemigo lo que menos quiere es ver una familia feliz, y aprovecha cada oportunidad para atacarnos de diferentes formas.

Y la mente es uno de los lugares favoritos de ataque (algún día escribiré sobre el libro El campo de batalla de la mente, de Joyce Meyer): ¿Será que estaba realmente enamorada?, ¿y si me hubiese casado con…?, tal vez necesitaba a mi lado otro tipo de persona… Cuidado. Son pensamientos engañosos.

Algunos pensamientos los identificamos claramente como ataques del diablo, mientras que otros pasan mucho más desapercibidos. Por eso hay que estar atentos porque pueden distraernos, desenfocarnos y desanimarnos. Y si les damos lugar, pueden llegar a causar estragos en nuestra familia.

La importancia de la sana comunión

Con Octavio descubrimos algo muy importante en estos años de casados y es que el compartir nuestras experiencias con otros matrimonios nos hace bien; las cosas cotidianas y lo que se pueda compartir sin exponer a la pareja.

Estamos convencidos de que las buenas relaciones sanan. Entendemos que el salmo 133 no se refiere solo a las reuniones de la iglesia, sino también a cada momento que uno comparte con los hermanos.

Este salmo dice: “Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía (…) porque allí envía Jehová bendición y vida eterna”.

Conocer otras experiencias nos ayuda a entender que lo que vivimos nosotros también lo viven otros.

Todos los matrimonios pasan por momentos de prueba. Muchas veces idealizamos a otras personas, pensamos que no tienen conflictos, que no tienen luchas, miedos, etc., y esto nos lleva a cerrarnos en nosotros mismos. No es así. Todos los matrimonios pasan por tormentas, o vientos o brisas… Pero todos tienen sus luchas, incluso los más espirituales.

Ante todo, sinceridad

¡Qué importante es ser sinceros! No solo dentro del matrimonio, sino también con las personas que nos guían (discipuladores, pastores…). A veces, reconocer que tenemos algún conflicto puede ser un poco vergonzoso, pero es lo más sano. Es de valientes pedir ayuda cuando se la necesita.

Por supuesto que uno no va a estar contándole a medio mundo sus problemas, pero sí a personas maduras que nos ayuden a crecer y salir adelante.

Cuando Jesús dijo que la verdad nos iba a hacer libres, no se refería solo a la Verdad (con mayúscula). Entiendo que también se refería a esto, a estar en luz con otros. Además, hablar a tiempo nos ayuda a parar la bola de nieve antes de que sea demasiado grande y nos aplaste.

Dios puede restaurar tu matrimonio

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Si sentís que tu matrimonio está realmente roto, que no hay vuelta atrás, tengo una buena noticia: Dios no está ajeno a lo que te está pasando. El matrimonio es la imagen de la relación entre Cristo y la iglesia, y por lo tanto, Dios quiere que tengas uno sano que refleje con excelencia esa relación. Jesús no solo puede sino también quiere restaurar tu familia.

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