♡ Reflexiones,  Blog

¿Por qué Dios no me da lo que le pido?

Este artículo está dedicado especialmente a todos aquellos que están pidiéndole a Dios que obre en alguna manera, y por algún motivo todavía no tienen respuestas.

***

Hay una canción de Santiago Benavides que se llama “El mail”, y una parte de la letra dice así:

(…)
Sé que no suena muy piadoso,
pero te tengo una petición.
Si hace unos siglos escribiste en piedras,
¿por qué hoy no?
Me mandas un fax, me pones un mail,
me das una página de Internet,
me añades al Face y así, muro a muro,
me dices clarito qué debo hacer.
Podemos chatear, me puedes marcar,
tú sabes mi fijo y mi celular.
Perdona, Señor, pero es que así estoy,
tan necesitado de oír tu voz.
(…)

Aunque este cantante tiene canciones muy lindas, esta definitivamente no es una de mis favoritas; sin embargo, le estoy empezando a tomar cariño. Por algún motivo no me siento cómoda cuando la canto, pero es curioso que ya en mínimo dos oportunidades Dios me habló a través de mi celular. Realmente Dios puede hablar como quiere.

 “Deleted”, un mensaje de Dios en mi celular

La primera vez que recibí un “mensajito” de parte de Dios fue hace muchos años, cuando era adolescente y todo me parecía bastante más trágico de lo que en realidad era. Estaba atravesando una situación un poco angustiante. Me sentía culpable por algunos hechos que habían ocurrido en mi vida y buscaba saber si realmente el Señor estaba conmigo.

Sentada en el suelo de mi habitación, borraba mensajes de mi celular mientras oraba y clamaba por una palabra de Dios que le diera un poco de alivio a toda esa tormenta de pensamientos confusos. De pronto, el celular se me tildó y en la pantalla había una sola palabra: “Deleted”, que significa borrado.

Presioné todos los botones intentando destildarlo, hasta que entendí que era Dios mismo mandándome por mensaje la única palabra que necesitaba: “Borrado”. Mi pasado estaba borrado. No hacía falta que siguiera ni recordando ni sintiéndome culpable por cosas que habían quedado atrás y que Dios ya había perdonado.

“Favor, esperar”, cuando la respuesta no es la que queremos

La segunda vez que Dios me habló a través de mi celular, fue hace algunas mañanas atrás.

Le estaba pidiendo en oración algo muy puntual, algo que vengo deseando desde hace muchos años. Mientras le reclamaba a Dios que en su gran poder él podía intervenir si quería, sentí que mi celular, que estaba en la otra punta de la mesa, vibró. No fui a fijarme instantáneamente, porque no quería interrumpir ese momento, pero cuando finalmente lo agarré, vi que tenía un aviso de la empresa de telefonía que decía: “Favor, esperar”.

“Favor, esperar”, repetí en tono sarcástico, preguntándome si ese mensaje había sido casualidad o si realmente había sido una respuesta de Dios a lo que yo estaba pidiéndole.

Y recordé lo que había pasado aquella vez, cuando era adolescente. Si Dios ya me había hablado una vez por la pantalla del celular, ¿por qué no lo podía hacer de nuevo?

¿Por qué Dios no me da lo que le pido?

No hay nada tan frustrante como hacerle una petición a Dios y sentir un silencio de su parte. Sentimos que estamos haciendo algo mal y sacamos conclusiones rápidas: “No tengo la suficiente fe”, “Tengo que pedirlo con otra actitud”, “Tal vez algún pecado me separa de Dios”. O conclusiones un poco más nocivas para nuestra vida espiritual: “Dios no me ama”, “Dios no me escucha”.

Leemos pasajes como “pidan y se les dará (…) porque todo el que pide, recibe (…)”, y nos parecen que están completamente desactualizados, o que no son tan literales como parecieran.

Algo anda mal y no sabemos qué ni cómo solucionarlo.

¿Por qué otros sí y yo no?

Y es entonces cuando nos hacemos la peor de todas las preguntas: “¿Por qué otros sí y yo no?”.

Creo que esa es una pregunta engañosa. La comparación nos hace mal, y es en lo que con mayor facilidad caemos.

La comparación nos amarga, nos destruye, nos centra en lo negativo y empaña nuestros lentes para que no apreciemos todo lo bueno que ya tenemos. Nos centra en lo que otros ya tienen y nosotros todavía no.  Nos pone en una situación irreal de desventaja frente a los demás.

Usar el enfoque correcto

Es mentira, completamente mentira, que Dios te tiene en menos que otros. Sos único, y por lo tanto necesitás un tratamiento único, y tenés necesidades únicas. No te sientas ni menos amado, ni que no le diste suficiente a Dios y por eso él no te responde. Te escucha, te ama y no solo quiere lo mejor para vos, sino también lo mejor de vos para otros. Que puedas conocerlo más y que tu vida tenga mucho fruto.

Esperá en Dios, confiá en él y sé paciente, porque él te ama, aunque por ahora su respuesta sea: “Favor, esperar”.

Hermanos míos, alégrense cuando tengan que enfrentar diversas dificutades. Ustedes ya saben que así se pone a prueba su fe, y eso los hará más pacientes. Ahora bien, la paciencia debe alcanzar la meta de hacerlos completamente maduros y mantenerlos sin defecto.

Santiago 1:3-5 (PDT)

***

Quiero agradecer muy especialmente a todos los que se toman un tiempo para comentar, suscribirse o escribirme por algún medio. Me alegran el corazón con sus “Qué lindo artículo”, “Me hizo bien”, “Muy lindas palabras”…, y me animan a seguir con esto que tanto me gusta.

Pueden compartir este artículo por cualquier red social simplemente haciendo clic sobre los íconos azules.

Un abrazo grande,

Marisol

También te puede interesar Una oración sencilla

Foto de portada de Kelly Sikkema en Unsplash

16 Comentarios

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *