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Mi experiencia como mamá de gemelas

Una vez escuché a alguien decir: “Qué tontas esas mamás que se deprimen, tienen a su bebé en brazos y lloran. Tenés a tu bebé, ¡tenés que estar feliz!”.

😶

¿De qué va a tratar este artículo? Principalmente, de mostrar la maternidad tal como es: linda, sí, pero difícil, a veces mucho más de lo que esperamos o imaginamos. Y de paso, les cuento cómo fueron estos primeros nueve meses de ser mamá de gemelas.

Un deseo del corazón

No les voy a mentir, tener mellizos/gemelos fue el sueño de mi vida.

Cuando quedé embarazada de la mayor (ahora de cuatro años), esperaba que fueran dos, pero cuando nació y entendí lo que realmente era tener un bebé, agradecí que fuera solo una.

Sin embargo, ese deseo siguió ahí y cuando quedé embarazada por segunda vez, y nos dijeron que eran dos bebés, yo no podía creerlo. Lo recuerdo como uno de los días más felices de mi vida (porque no sabía lo que venía 😆).

Mientras en la ecografía yo me reía y lloraba (de la felicidad o de los nervios, no sé), a mi esposo le temblaban las piernas.

La pregunta que más me hacen: “¿Cómo hacés con dos bebés?”

En estos meses fuimos pasando por distintas etapas. Durante el primer mes solo comían y dormían, así que fue dentro de todo “sencillo”. Cuando empezaron a estar más tiempo despiertas, lloraban más, y a veces hasta teniendo ayuda no alcanzaban los brazos (porque también tenía que atender a mi hija mayor, cocinar y demás).

Hay que ingeniárselas constantemente. Pero así y todo, uno vive con un sentimiento un poco de culpa, por no poder estar tan presente como antes en la vida de Luz, por ejemplo, o por tener a las dos bebés llorando y poder calmar solo a una mientras la otra queda “en espera” hasta que la pueda alzar.

Muchas veces, mientras las bebés lloraban y lloraban, yo me sentaba en el suelo también con ganas de llorar para aliviar la tensión pero sin poder hacerlo (me sentía como Cameron Díaz en la película El descanso).

Qué me ayudó en este tiempo

En este tiempo pedí y acepté muchísima ayuda. Solos con mi esposo no hubiésemos podido. En el embarazo, por el tamaño de la panza (y para que el parto no se adelantara), tuve que hacer mucho reposo y ya desde entonces tuve muchas manos disponibles tanto para limpiar la casa, como para atender a Luz. Estoy infinitamente agradecida por eso.

Otra cosa que hizo la diferencia es que, al tener una hija más grande, ya tenía la experiencia de tener un bebé. Ya sabía cómo dar el pecho, cómo cambiar un pañal, y ya no tenía todos esos miedos que uno tiene cuando es primerizo y todo es tan nuevo.

Y algo que también me ayudó mucho en este tiempo es que las bebés siempre durmieron bien, entonces, por más que el día sea una carrera desde que empieza hasta que termina, de noche puedo recargar pilas.

Embarazo de Anto y Cata, semana 32

Hace unos días pregunté en Instagram qué era lo más difícil de ser mamá y hubo respuestas variadas, pero creo que todas coincidimos en que, desde el día en que te entregan al bebé en brazos, la vida cambia para siempre: tu cuerpo ya no es el mismo ni la forma en que disponés de tu tiempo…

Los hijos son realmente una bendición

En la Biblia, cuando Dios crea al hombre y a la mujer, dice: “Y los bendijo Dios con estas palabras: ‘¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra!’” (¡nosotros obedecimos al pie de la letra!).

Por eso, cuando alguien dice “no quiero tener hijos” y otro contesta “está bien, es tu decisión” (leo y escucho por todos lados comentarios así), a mí me hace ruido. Tener hijos será difícil, será agotador… pero así y todo es una bendición de parte de Dios, y en algún lado leí que nadie se arrepiente de tener hijos, y es verdad.

Los hijos te cambian por completo. Te ayudan a entender que no sos el centro, a ver la vida desde otro punto de vista, a ordenar tus prioridades, a esforzarte por ser mejor de lo que sos, y por qué no, a acercarte más a Dios, a saber que necesitás más de Él, y también de otros, porque muchas veces solo no se puede.

Un abrazo grande!!

Marisol

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