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Cómo ser una persona influyente

Agarré la pava, la llené, prendí la hornalla y puse a calentar el agua.

Mientras, puse yerba en el mate, a mi forma –con la bombilla puesta y con un poco de azúcar–, y agarré el termo para vaciarlo, porque había quedado con un poco de agua del día anterior.

Cuando lo levanté, lo sentí liviano, pero al inclinarlo sobre la bacha de la cocina, salió mucha más agua de la que pensé que tenía.

Inmediatamente se me vino la idea a la cabeza de que muchas veces pensamos así de nosotros mismos: que estamos vacíos, sin nada para dar, pero que muchas veces tenemos más agua en nuestro interior de lo que creemos.

Bien. ¿Y qué tiene que ver esto con ser una persona influyente? Ya vamos a llegar a eso.

La gente sigue tus pasos

Hace unos años, estaba esperado el colectivo con mi hermano. Calculo que habría pasado uno hacía pocos minutos porque en la parada estábamos solos. Yo me apoyé sobre un poste metálico negro que en el extremo indicaba qué colectivo paraba en ese lugar y mi hermano se había adelantado un poco, a unos pasos de donde yo estaba.

Unos minutos más tarde, entretenida en mis pensamientos, avancé hasta donde estaba mi hermano, sin percatarme de que detrás de mí se había formado una laaarga fila de personas que esperaban el mismo colectivo que yo.

Cuando di unos pasos, a pesar de que el colectivo todavía no había llegado a la parada, todos hicieron lo mismo. Un paso yo, un paso el que estaba atrás, y así sucesivamente.

Me reí cuando me di cuenta de lo que había pasado y mi hermano, que siempre me dice que soy un poco distraída, tuvo un motivo más para hacérmelo saber.

Lo que hacemos o decimos importa

Aunque no fue nada relevante, nunca me olvidé de ese evento de la fila del colectivo. Me hizo llegar a la conclusión de que siempre va a haber personas que estén atentas a nuestros pasos, y que por eso tenemos que saber hacia dónde vamos.

Yo dudaba de esto. Pero una vez me pasó algo que me hizo darme cuenta de que realmente importa lo que decimos o hacemos: había empezado la carrera de Letras en la UBA (de paso, si alguien sabe de alguna facultad en la que dicten la carrera de Letras a distancia, le voy a agradecer mucho la info). 

Sigo con la historia. Había empezado la carrera, pero no estaba cursando. Y para no perder la regularidad, tenía que ir a votar una vez por año. 

Una de las veces que me tocó ir, se me acercó una chica “predicándome” sobre la legalización del aborto (viene de hace años esto) y quería que firmara no sé qué cosa. Yo le aclaré que no opinaba como ella, y que creía que Dios es el único que da o quita la vida. No dije mucho más. Por supuesto que no firmé nada, y la chica entendió y se fue.

Un año más tarde, tuve que ir nuevamente a votar. Si mal no recuerdo, no había cursado durante ese año. Estaba haciendo una fila cuando nuevamente se me acercó esta chica. Traía, como el año anterior, una planilla para firmar con la que seguía promoviendo la legalización del aborto. Cuando me vio, atinó a empezar con su discurso pero, al reconocerme, interrumpió sus palabras diciendo: “Ah no, vos estás en contra”.

Había pasado un año. No nos habíamos vuelto a ver en ese tiempo (y tampoco nos conocíamos de antes) y si alguno tuvo el “privilegio” de conocer la facultad de Letras de la Universidad de Buenos Aires, sabrá que ese es un mundo de gente y carteles (o lo era en su momento). 

Las probabilidades de que me recordara y de que recordara lo que le había dicho eran casi nulas. Pero se acordaba. Y sospecho que sería porque mi respuesta habrá sido bastante distinta a la que le daba el resto. No sé.

Pero entonces entendí que lo que decimos y hacemos importa. Que aunque parezca que no, la gente nos mira y escucha.

Ahora sí, ¿cómo ser una persona influyente?

La respuesta a cómo ser una persona influyente es existiendo, viviendo. No hace falta mucho más que eso. Tu vida importa, y lo que hagas con ella puede salvar otras vidas o echarlas a perder. No desmerezcas la influencia que tenés sobre los que te rodean.

Hablaba de esto con una amiga, principalmente de la influencia que uno tiene sobre los hijos, y le decía que me parecía una responsabilidad muy grande, que cualquier cosa en la que me equivocara, influía directamente sobre mi hija.

–Pero también es una buena motivación para hacer las cosas bien –me contestó.

Me pareció un buen punto de vista.

La pregunta que importa, entonces, no es cómo ser una persona influyente, sino cómo ser una buena influencia para los demás.

Y la respuesta es muy sencilla: llenándote del Señor, de su Palabra, renovando tu mente todos los días, dejando que tu carácter sea transformado por el Señor a imagen y semejanza de Jesús, y pidiéndole a Él que te dé sabiduría en tu caminar.

En conclusión…

No quiero hacer este texto tan largo, porque siento que estoy mandando un audio y que ya voy por el minuto cuatro…

Solo quiero recalcar, nuevamente, que lo que hacemos y decimos importa. Que tal vez pienses que tenés mucha menos agua de la que en realidad hay en tu interior, pero que si buscás llenarte cada día de Él, si dedicás tiempo a lo más importante, entonces da por hecho que tenés algo para dar, y que estás yendo por el buen camino

Si esta es tu realidad, seguí caminando hacia Jesús, porque ya sos una persona influyente, y lo que hacés suma o resta. Y ojalá que sume. Que sume más almas al camino eterno.

Un abrazo grande,

Marisol

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