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Amnesia espiritual

Estoy siguiendo un plan anual de lectura de la Biblia, y en estos días me tocó leer Éxodo. Hay actitudes del pueblo de Israel que no puedo entender. Por ejemplo, ¿cómo puede ser que hayan recorrido en cuarenta años un camino que tan solo llevaba once días?, ¿por qué preferían volver a la esclavitud?, ¿por qué se quejaban tanto contra Moisés si constantemente se les otorgaba lo que pedían?

Habían salido de Egipto con muchas posesiones valiosas. En el camino, tenían una nube que los guiaba de día y una columna de fuego que los guiaba de noche; tenían maná, tenían carne, tenían agua, las vestiduras no se les gastaban… De verdad, ¿qué más necesitaban?

Qué quejosos, qué desagradecidos.

Hay otra historia de la Biblia en la que también me sorprende la actitud esta vez de los discípulos: la historia de la multiplicación. Y me refiero a la segunda multiplicación. (¿Sabían que esto pasa dos veces, no? En Mateo, la primera se menciona en el capítulo 14, y la segunda en el capítulo 15).

Pero no solo es llamativo que esta multiplicación haya ocurrido dos veces, también me sorprende la reacción de los discípulos frente a una situación que ya habían vivido de forma similar poco tiempo atrás.

En la primera multiplicación, cuando Jesús les pidió que le dieran de comer a la multitud, el argumento fue: “Pero no tenemos más que cinco panes y dos pescados”.

En la segunda multiplicación, preguntaron: “Pero en un lugar tan solitario como este, ¿dónde vamos a conseguir comida para tanta gente?”. Ni siquiera mencionaron lo poco que tenían (y dicho sea de paso, había menos gente que en la primera multiplicación y más comida).

Somos iguales

Sin embargo, estas reacciones no ocurrieron solo en estos eventos específicos. No, claro que no. Ocurre mucho más seguido de lo que nosotros pensamos. Y es que nosotros somos así, olvidadizos, desmemoriados. Día tras día vemos la fidelidad de Dios en nuestras vidas de mil formas distintas; la vemos cuando tenemos comida sobre la mesa, cuando podemos descansar en nuestra cama o, sencillamente, cuando nos despertamos a la mañana y empezamos un nuevo día.

Y aun así, muchas veces, ante distintas dificultades, nos preguntamos: ¿cómo haremos para alimentar tanta gente?, ¿cómo haremos para llegar a fin de mes?, ¿cómo resolveremos distintos conflictos que atravesamos en el trabajo, en las relaciones personales o en nuestro interior? ¿Será que esta vez Dios va a volver a proveer? ¿Será que Dios está realmente atento a nosotros?

¿De verdad? ¿Necesitamos más pruebas?

Recordatorios

Yo soy así, olvidadiza. En estos últimos meses descubrí que me hace muy bien anotar en un cuaderno (en mi Cuaderno de Devocionales) lo que Dios hace en mi vida, o los pasajes por medio de los cuales me habla. Son para mí como las piedras que ponía el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento para recordar lo que Dios había hecho.

Para terminar, hay un pasaje de Crónicas que me gusta: “… pero Dios los ayudó, y los agarenos y sus aliados cayeron en sus manos, porque en medio de la batalla pidieron a Dios que los ayudara. Dios los ayudó porque confiaron en él” (1 Crónicas 5:20).

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