Mi hija de un año en coma farmacológico (parte 2)

En la primera parte de este relato les conté por qué internaron a mi hija, la noticia de que iban a inducirla a un coma farmacológico para intubarla y algunas muestras de que Dios estaba acompañándonos en este proceso…

Pero antes de continuar, quería retroceder algunos meses más en el tiempo y contarles algo que ocurrió cuando estaba embarazada de Anto y Cata (una aclaración para la que tal vez no lo sepa: ellas son gemelas).

Sangre negativa

Cuando me hice los primeros controles del que fue mi segundo embarazo, descubrí que tenía sangre negativa (siempre pensé que mi grupo y factor eran A+, pero resultó que no).

Al finalizar mi primer embarazo, el de mi hija mayor, yo tendría que haber recibido una inyección para proteger mis futuros embarazos, y que mi sangre negativa no “atacara” la sangre positiva del bebé (o bebés).

Esa inyección yo no la había recibido, y cuando se lo informé al médico que atendió mi embarazo gemelar, él miró la primera ecografía (en la que se había descubierto que no era un solo bebé sino dos), y con demasiada tranquilidad me dijo que se veía que los bebés parecían bien formados, pero como yo no había recibido esa inyección, no había certeza de que el embarazo se estuviera desarrollando bien.

En resumen: en mi primer embarazo tendría que haber recibido una inyección que no recibí, y por eso mi segundo embarazo estaba en riesgo.

Para saber si el desarrollo de los bebés seguía progresando o no, tuve que hacerme un análisis de sangre y esperar una semana a que me dieran el resultado. Fue una semana en stand-by, y finalmente llegó la buena noticia de que los bebés (en ese momento todavía no sabíamos que eran nenas) estaban creciendo con normalidad.

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“Anto, tu vida tiene un propósito”

Espero no haber hecho llorar a nadie hasta acá.

Volvemos al momento de la internación en Terapia Intensiva, ya con Anto de un año y un mes, conectada al respirador, luchando por su vida.

Mientras la veía acostada en la camita, quería hablarle y acariciarla, pero no podía estimularla demasiado para que no se despertara. Pero sí me permití decirle pocas veces y en voz bajita: “Anto, tu vida tiene un propósito, este no es tu final, Jesús te cuida, Jesús te sana”.

Lo proclamaba, aunque no sabía realmente qué tenía preparado Dios para ella. Pero yo me aferraba a los recuerdos del embarazo, a cómo Dios las guardó tanto a ella como a Catalina de mi propia sangre, cómo cuidó todo su desarrollo durante esos casi nueve meses en mi vientre, con todas las complicaciones que podrían haber ocurrido al ser un embarazo de alto riesgo.

Mucho para agradecer

No me voy a detener nuevamente en los sentimientos de tristeza que tuve en los días de internación, porque prometí que a este artículo le iba a poner otro enfoque.

En este texto prefiero contar de cuántas formas el Señor nos cuidó en ese tiempo y nos proveyó todo lo que necesitábamos.

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En esos días hubo un pico de casos de bronquiolitis, y tuvieron que cerrar la guardia en varias oportunidades (yo estaba al tanto de eso porque mi hija Catalina, la gemela, estaba en casa con neumonitis, y mi esposo iba y venía a la guardia para que la atendieran. Gracias a Dios también la pudieron atender y medicar, y Dios la guardó también a ella).

Paseo con Luz cerca de la clínica

Pero Anto, a pesar de estas complicaciones que había en la clínica, tenía una cama, tenía la atención que necesitaba, tenía profesionales que la cuidaban con amor y dedicación, estaba recibiendo el tratamiento adecuado…

Además, teníamos a la familia en Cristo orando por ella y animándonos a Octavio y a mí constantemente.

Y por sobre todas las cosas, teníamos la compañía de Dios, que en infinidad de oportunidades nos recordó, a través de palabras, de situaciones que vivieron en nuestra familia, del amor de nuestros hermanos, que Él estaba con nosotros y que esa prueba no la estábamos pasando solos.

Entendí que Dios es fiel, y no porque Anto siguiera con vida, sino porque Él prometió estar… Y ESTUVO. Porque sus alas nos cubrieron en todo tiempo y su compañía nos fortaleció, nos consoló y nos llenó de esperanza en Él.

Un cumpleaños diferente

Estando en la clínica, en medio de toda esta tormenta, el 1 de junio cumplí mis 31 años. Mi mejor regalo ese día fue que Anto estaba mejorando. La habían extubado y despertado con éxito, y no había presentado casi síntomas de abstinencia.

El domingo 4 de junio nos dieron, finalmente, el alta médica y pudimos volver a casa, con gozo en nuestros corazones, con un nuevo entendimiento de cuánto vale la vida y de cuánto amamos a nuestras hijas.

Pensé que iba a ser distinta después de lo que viví, pero no

Antes de finalizar este artículo, quiero contarles algo que entendí. Tenía un pensamiento un poco ingenuo tal vez, pero siempre pensé que una situación así te cambiaba.

No sé cómo explicarlo.

Pensé que iba a volver  a mi casa siendo otra persona, con mayor profundidad espiritual, con mejor carácter, con un anhelo constante de acercarme al Señor, de orar, de estudiar su Palabra…

Pero cuando llegué a casa, fue todo lo contrario. Y por varios motivos.

Creo que uno de los principales fue que Anto todavía se tenía que terminar de recuperar. Por haber estado tanto tiempo acostada, no podía pararse (ella ya había empezado a caminar a los 11 meses), así que tuve que ayudarla a rehabilitarse y todo ese proceso, sumado a que se había acostumbrado a que yo estuviera solo con ella, fue complicado.

Los primeros días prácticamente me la pasaba sentada en el piso a su lado, o con ella a upa, haciendo malabares para poder atender también a Luz y a Cata, que me habían tenido lejos mucho tiempo y también me necesitaban.

¿A qué voy con esto? No podía sentarme tranquila a orar, a leer la Biblia… Ese momento de quietud no lo tuve las primeras semanas, y también el volver a casa de la clínica coincidió con un cambio de rutina en nuestra casa, por motivos laborales, entonces tanto Octy como yo estábamos desconfigurados.

Crecer en el Señor es un proceso, una búsqueda constante

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Sin embargo, ahora entiendo que yo buscaba “resultados” inmediatos. Creía que, como había pasado por una prueba tan difícil, mi carácter ya se había forjado.

Pero lo que ahora entiendo es que, sí, definitivamente estas pruebas nos marcan y forjan nuestro carácter, pero mi carácter va a ser transformado a imagen de Jesús a medida que yo pase tiempo en su presencia, de búsqueda, de quebranto, de oración, de contemplación, de meditación en su Palabra.

Y esto no se da de un día para otro. Esto se da día tras día, prueba tras prueba (y no solo me refiero a las pruebas grandes y difíciles, sino también a las cotidianas, a veces tan sencillas que nos damos el gusto de reprobar).

Lo que voy a decir a continuación lo tengo anotado en un cuaderno que Octy me regaló para ocupar mi tiempo mientras le hacía compañía a Anto. Fue una frase que escuché de alguna persona, pero no recuerdo de quién: “Tanto si estamos en Terapia Intensiva o llenos de salud, en cada momento nuestras vidas están en sus manos, y si estamos acá es porque Él tiene un propósito con nosotros”.

Y en Romanos 8:28 dice: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos”.

Una Anto diferente

Yo creo que no volví distinta de la clínica, pero Anto sí. Creo que ella vivió algo especial con el Señor, porque volvió más risueña, más amorosa…  Antes de la internación era más seria, siempre tenía el semblante triste. Decíamos en chiste que ella juzgaba a todos con su mirada. Pero después de la internación empezó a ser mucho más amorosa y risueña.

Y revisando el cuaderno que les mencioné anteriormente, me encontré con esta oración: “Que Anto sea transformada, sea una mujer llena de tu presencia y amor, y un canal por el cual vos hables a muchos”.

Vuelvo a lo mismo. Esa fue mi oración y esto va a depender de las decisiones que ella tome a lo largo de su vida, de buscar a Dios, de anhelar su presencia… Como también lo será en la vida de mis otras hijas y en mí.

Pero yo creo que algo sí fue transformado en ella para bien, y doy gracias a Dios por eso.

***

Gracias a todas (y todos) por leer este artículo y por tan lindos mensajes que recibí en estos días. Espero esto pueda ser de bendición y edificación, y que el consuelo que yo recibí en ese tiempo de prueba pueda llegar también al corazón de quien ahora lo esté necesitando.

Estén atentas (y atentos) que se vienen muy lindos artículos en este blog.

Espero sus comentarios. ¡Nos leemos!

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