En este artículo voy a contarles por qué escribo, qué formación tuve y qué quiero aportarles con este blog. Lean hasta el final porque quiero dejarles una inquietud.
Por qué empecé con este proyecto
Empecé con este blog hace algunos años y, aunque tuve algunas variantes en el camino (y mucho tiempo sin escribir), la motivación fue siempre la misma: contar “cuán grandes cosas ha hecho el Señor conmigo y cómo ha tenido misericordia de mí” (Marcos 5:19).
Creo que estos sencillos testimonios pueden ser de mucha ayuda en el diario caminar de otros. Pienso que, en ocasiones, a la enseñanza cristiana se le olvida hablar de lo sencillo, de lo cotidiano: de lo que implica ser madre, de la relación matrimonial (pruebas, luchas, etc.), de cómo tener hábitos que nos hagan crecer diariamente en el Señor, entre otros temas.
¿Y por qué es importante hablarlas? Porque esas luchas pequeñas, si no sabemos cómo llevarlas al Señor, pueden desgastar nuestra relación con Él y/o nuestra relación matrimonial o con nuestras personas cercanas.

Peor aún, si dejamos que se acumulen (por no saber cómo manejarlas, por desconocimiento, por no estar alertas, etc.), pueden convertirse en una gran bola de nieve y causar estragos.
En mi caso, hubo temas en los que me sentí sola por mucho tiempo y me frenaron en mi matrimonio y en mi relación con Dios.
Cuando los pude superar, me di cuenta de que no eran tan graves como parecían, pero me hubiera gustado saberlo antes. Así que quiero usar este medio para recordar (a través de distintas publicaciones) que Dios también está en control de esas pruebas cotidianas y quiere glorificarse en ellas.
Mi formación académica
En cuanto a mi formación académica, estudié Corrección de Textos. Trabajé varios años para editoriales, pero ahora estoy dedicando estos años a la crianza (aunque nunca me puedo quedar del todo quieta).
Como se habrán dado cuenta, también me gusta leer e investigar sobre los temas que me interesan. Los libros me han aportado mucho a lo largo de mi vida y por eso son una parte fundamental de este blog.
Desilusiones
Antes de seguir, quiero contarles algo que ocurrió hace unos años. Por una de las publicaciones del blog, me había escrito una chica que yo no conocía para contarme una situación con un novio. Le respondí lo que pensaba de lo que me estaba planteando, y les consulté a mis suegros a ver qué pensaban ellos de la situación.
Mi suegra me sugirió decirle a la chica de vernos, para conocernos, charlar del asunto y orar juntas… Pero mi suegro interrumpió la conversación diciendo: “Mejor que no se conozcan, así la chica no se desilusiona” (amoroso mi suegro).
Sin embargo, aunque él lo haya dicho en chiste (lo decías en broma, ¿no, Carlos?), tiene razón.
Y antes de que piensen que lo digo por tener baja autoestima o por quizá ser una persona insegura, no es el caso. Quería mencionar esto porque, cuando nos hacemos una imagen ideal de otras personas, al conocerlos en profundidad, nos desilusionamos.

Las personas perfectas no existen, y el idealizar a alguien puede hacernos mal y hasta ser peligroso.
Tuve algunas desilusiones a lo largo de mi vida, que me dolieron mucho, pero agradezco a Dios haberlas tenido. Me ayudaron a recordar que todos necesitamos más de la presencia de Dios en nuestras vidas, que todos necesitamos un Salvador, que todos nos equivocamos.
Somos humanos, herimos y somos heridos, estamos en proceso y nadie todavía ha llegado a la perfección.
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Escribo por obediencia
Además del pasaje que mencioné anteriormente (“… cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo…”) también hay otro que me inquieta: la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30).
Entiendo que escribir es la forma que me dio Dios para compartir de Él, y no quiero “enterrar” lo que Él me dio.
De paso, quiero aprovechar este texto para recordar que todos tenemos talentos otorgados por Dios, y aunque parezca una frase hecha, es bueno tenerlo presente.
Resuenan en mi cabeza las palabras que pronunció una hermana de la iglesia en una reunión general. Ella dijo: “Acá hay gente acá que se siente poca cosa para ser usada por el Señor”.
Esas palabras me golpearon internamente: ¿cómo puede alguien sentirse poca cosa para el Señor?
Pensé en todas las posibilidades. ¿Por su condición espiritual?, ¿por su personalidad?, ¿por su condición económica?, ¿por falta de educación escolar/académica?
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Así que uno de mis sueños es que, cada vez que alguien lea estos artículos, entienda, al menos en parte, “cuán ancho, largo y profundo es el amor de Dios”, que se sientan especiales ante el Señor, no por lo que somos, sino por lo que Dios hace en nosotros y por lo que puede hacer a través de nosotros.
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Gracias por leer este artículo. Si les gustó, si conocen a alguien que necesita recordar que es especial para el Señor, los animo a compartirlo.
¡Un abrazo grande!
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Hermoso todo lo que compartis, por muchos artículos más que nos ayuden a crecer en el Señor.
Muchas gracias, Lau!! ♥