¡Hola! Hoy, desde Color Femenino, queremos compartirte el testimonio de Laura Torres. Ella es la creadora de Proyecto Íntimo, un emprendimiento a través del cual impulsa el crecimiento espiritual a través de devocionales creativos.
Te invitamos a leer su historia, en la que nos cuenta cómo fueron sus primeros años en el Señor, y cómo, a pesar de sus errores, Dios se mantuvo fiel en su vida. Sin dudas, un testimonio con el que muchas se van a sentir identificadas, y que traerá sanidad y restauración a muchas vidas.
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Introducción
Hay personas que recuerdan el momento preciso cuando oraron y le pidieron a Jesús que habitara en su corazón; en mi caso, no es así.
Tengo recuerdos de ir a la iglesia desde muy pequeña, mi mamá fue la primera cristiana en la familia y aunque me tuvo fuera del matrimonio y mientras estudiaba en la universidad, ella me llevaba desde pequeña a la escuelita dominical.
En esos años comencé a cantarle a Dios, a aprender algunos principios bíblicos, pero en mi día a día y con la disfuncionalidad de mi familia, no podía ver reflejado a Dios en otro lugar fuera de la iglesia.
Mis años en Brasil
Cuando cumplí diez años, nos mudamos a Brasil, fue una época hermosa en mi vida, vivíamos cerca de la playa, teníamos amigos y comenzamos a ir a una iglesia muy grande. Fue en ese momento en el que realmente comencé a entender que la presencia de Dios estaba siempre conmigo y que si yo le pedía ayuda, Él iba a dármela.
Recuerdo muy bien ir a un campamento de niños, en el que, en medio de un tiempo de adoración, fui llena del Espíritu y le pedí al Señor que me dejara adorarlo por mucho tiempo con mis manos arriba, sin bajarlas para descansar, no estoy segura del tiempo, pero estuve al menos una hora cantando y llorando en su presencia sin bajar mis manos, mi corazón estaba quemando de amor.

La gracia de Dios estaba extendiéndose en mi vida, cada año que avanzaba yo lograba entender mejor quien Él era, me bauticé en la iglesia, comencé a tener sueños, a anhelar conocer mejor a Jesús, jugaba a que predicaba frente a muchas personas.
Lejos de Dios
Dos años después, volvimos a Colombia y por alguna razón, mi mamá dejó de congregarse, lo que me llevó no solo a separarme de Dios, sino a perder completamente la memoria de lo que Dios había hecho en mi vida en ese tiempo.
Pareciera que un velo oscuro hubiera caído sobre mis ojos, y no lograba recordar que era hija de Dios, que ya había experimentado su amor y su misericordia sobre mi vida.
Viví desde los trece hasta los dieciocho años como cualquier adolescente, comencé a ir a fiestas, a tener novios en el colegio, a consumir pornografía, y a llenar mi corazón de autosuficiencia y muchos pecados con consecuencias que cargo hasta hoy.
En esos años no recordé a Dios ni una sola vez, me predicaron algunas veces en la calle, pero yo solo decía: “Sí, creo en Dios”.
Dios me vuelve a llamar
Me fui a vivir sola a Argentina, apenas me gradué del colegio. Una mañana, mientras volvía de una fiesta universitaria, me desvié para comprar algunas frutas para el desayuno y, aunque era el momento menos esperado para que Dios volviera a tocar mi corazón, ese día comenzó a nacer algo nuevo dentro de mí.

Caminé con la bolsa llena de bananas y fresas y, mientras caminaba de vuelta a mi casa, pasé por el frente de una iglesia (al parecer tenían reunión de oración temprano), y escuché una canción que seguramente conocía. En ese momento, el velo oscuro que me había hecho olvidar de todo ¡se cayó!
La creatividad y sobre todo la misericordia de Dios sobre nosotros son infinitas. Volví a mi casa llorando, no entendía bien el motivo de ese nudo que sentía en mi pecho, pero algo dentro de mí había cambiado, o por lo menos estaba por hacerlo. Comencé a recordar mis días con Dios, y en mi mente tenía una única pregunta: “¿Por qué dejamos de ir a la iglesia?”.
Entre algunos pensamientos y charlas con mi mamá, decidimos buscar una iglesia para congregarnos (sí, justo en esas fechas, mi mamá y mi hermano estaban organizando un viaje para venir a vivir conmigo).
Una nueva familia de la fe
Dios estaba colocando todo en orden. Pasaron semanas, y no encontrábamos una iglesia en la que nos sintiéramos a gusto. Entonces, oré: “Dios, danos una iglesia como la de Brasil”. Ese Dios proveedor nos guio a una chica brasilera mientras hacíamos un trámite y ella nos invitó a lo que fue nuestra primera familia de la fe, después de mucho tiempo.
Fue a mis diecinueve años cuando decidí tomarle la mano de nuevo a Cristo. Yo lo había soltado, pero su mano seguía extendida para caminar conmigo. Viví tiempos hermosos, de salidas con los jóvenes, grupos de oración, adorar en las vigilias, pero el pecado seguía arraigado en mi vida y, al no tener un padre presente en mi infancia, veía a Dios como alguien listo para castigarme cada vez que volvía a resbalar.
Fueron muchos años en los que estuve en una montaña rusa, sintiéndome culpable y peleando para santificarme y, aunque no tengo el secreto para vencer estas luchas, sí puedo decir algo con certeza: lo único que hice bien fue no salir corriendo lejos de Dios. De alguna manera sabía que solo en Él había vida eterna y no podía aceptar volver a vivir mi antigua vida, ya habiendo conocido a mi Dios.

Hoy, a mis treinta y un años, miro hacia atrás y reconozco que no merezco nada de lo que tengo ahora, fue todo dado por gracia y porque Dios es fiel a sus promesas.
Sigo caminando, pero mis ojos ya no están puestos en mis progresos o resultados. ¡Ahora solo quiero mirar los ojos de mi Amado!
Laura Torres, creadora de Proyecto Íntimo
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Desde Color Femenino, agradecemos a Laura por contarnos su testimonio. Destacamos su transparencia, tan necesaria en la iglesia en estos tiempos, y bendecimos su emprendimiento, Proyecto Íntimo, a través del cual impulsa, con distintos recursos, el crecimiento espiritual de muchas mujeres.