Seguro no sabías esto sobre las mariposas

En estas últimas semanas tuve el privilegio de poder ver de cerca el proceso por el que pasan las orugas para transformarse en mariposas, gracias a una amiga que me regaló una planta hospedera (una asclepia). 

Ver de cerca este proceso no se compara con solamente conocer sobre esta transformación.

Aunque cada cambio que ocurre a lo largo de la vida de la oruga hasta que llega a ser mariposa es asombroso, hubo algo que me sorprendió significativamente.

Y es que es verdad que la oruga pasa por procesos largos (y seguramente dolorosos) para llegar a ser mariposa, pero también es verdad que hay procesos que son inesperadamente cortos. Tanto que, si no estás prestando atención en el momento justo, te los perdés.

El que más me sorprendió a mí fue el que voy a contar a continuación.

Un cambio que no esperaba

Era la mañana de un día soleado. Las orugas (eran dos) se habían colgado la noche anterior de un tallo de la asclepia (la planta hospedera), se habían puesto en forma de “J” y yo sabía que en cualquier momento empezaba el proceso para que se convirtieran en crisálidas.

Pero, aunque yo estaba muy atenta, en un momento me acerqué y esas oruguitas tan lindas, con las que ya casi me había encariñado, no estaban más. En su lugar, había dos estuches verdes, inmóviles y aparentemente sin vida, que colgaban de la planta.

Me desilusioné, porque esperaba poder observar esa transformación de cerca, y porque no esperaba que fuera tan rápida.

Días más tarde, sí pudimos observar el pasaje de oruga a crisálida, junto con mi familia, con otra de las orugas que había quedado en la planta. 

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Un proceso largo para un cambio repentino

La oruga pasa muchos días creciendo y alimentándose hasta llegar a ese punto. Y después pasa muchos otros días en forma de crisálida, sufriendo la metamorfosis que la llevará a ser mariposa el día en que salga del capullo.

Pero el cambio de oruga a crisálida es un cambio “repentino”.

Fotografía tomada de Google

Con todo esto, quiero decir que hay procesos en nuestra vida que son muy lentos: una enfermedad, una situación económica difícil, un problema familiar que no sabemos cómo resolver, pero también hay otros cambios que son muy rápidos: situaciones inesperadas que cambian por completo nuestra historia.

No podemos esperar que todos los procesos sean rápidos, ni tampoco pensar que algunos procesos nunca van a llegar a su fin.

Un reconocido productor de cine dijo en una entrevista: “Las películas –como la vida– se dividen en actos. El primero es el que llama la atención. El segundo desarrolla la historia. Y el tercero es el que lo cambia todo. Es el momento que te hace decir ‘ahora entiendo por qué todo lo anterior tenía que pasar‘”.

Tal vez todavía no hayamos llegado al último acto, pero podemos abrazar los procesos, aprovecharlos como una oportunidad para aprender y formarnos (dejar que sean un medio a través del cual Dios nos transforme), y tener la seguridad de que cuando lleguemos al último acto podamos decir “valió la pena”.

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Gracias por leer este artículo 🙂

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