Antes de empezar este artículo, quiero agradecer nuevamente tantos comentarios lindos que recibí la semana pasada por el testimonio de Anto, algunos por las redes sociales, otros por privado. Ustedes son de bendición para mi vida y espero, con estos escritos, poder ser de edificación para las suyas.
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Tal como leyeron en el título, mi mamá me eligió el esposo. No fue algo que haya notado en mi noviazgo con Octavio, sino muchos años después, estando ya casada.
Antes de que piensen mal de mi mamá, voy a contarles por qué digo esto.
Cuando era chica, mi mamá me hablaba sobre mi futuro. Siempre insistía en que me iba a casar con una persona trabajadora, que ame a Dios, me ame a mí y a nuestros hijos, buen padre y proveedor de su familia.

Eso marcó mi forma de ver el matrimonio y lo noté muchos años después, cuando, casada con Octy, me di cuenta de que él efectivamente era el esposo que mi mamá había “predicho” muchos años antes.
El poder de la palabra
Cuánto poder hay en unas pocas palabras que podamos pronunciar o escribir. Qué distinto hubiese sido si las palabras de mi mamá hubiesen sido otras como, por ejemplo: “No servís para nada”, “Nadie te va a querer”… U otras frases destructivas.
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Además, principalmente las mujeres, tenemos mucha facilidad para creernos las mentiras y no olvidarlas. Una vez leí que nos pueden decir cien veces que somos lindas, pero es suficiente con que solo una vez nos digan “fea”, para que no lo olvidemos nunca.
Cuánto puede edificar un puñado de palabras llenas de amor, y cuánto puede destruir una sola frase.
Qué importante pensar en las palabras que estamos pronunciando, sean en broma o en serio, tanto a las personas que nos rodean como a nosotros mismos.
En la Biblia dice “hable cada uno a su prójimo con la verdad” (Efesios 4:25). De este versículo escuché una interpretación muy interesante, y es que “hablar verdad” no se refiere solo a no decirnos mentiras, sino a edificarnos mutuamente con verdades del Señor: “Sos valioso”, “Dios te hizo con un propósito”, “Tu vida es muy importante”, “Dios tiene planes con tu vida”.

Es importante, porque las palabras nos marcan y determinan en cierta forma nuestro rumbo. Como mamá, pienso mucho en qué les estoy declarando a mis hijas. Siento cierto temor incluso al decir algunas expresiones sencillas como “ella es tímida”, “ella es miedosa”. Prefiero tal vez decir: “Ahora está tímida”, “Ahora esto le da miedo”. Pero no condicionarlas con mis palabras.
Una mala alumna, una buena alumna
Cuando todavía era soltera, tenía una alumna particular que venía a casa porque le estaba costando aprender a leer y escribir.
Era chiquita, y la traía su mamá, quien me explicaba que su hija no aprendía porque era “tonta”. En esas clases, más que reforzar los contenidos del colegio, tuve que enseñarle a reemplazar algunas frases que solía usar como: “No puedo”, “No sé”, “No me sale”. Expresiones que, por supuesto, se habían implantado en su corazón por mentiras que venían de quienes la cuidaban.
A los años, mi mamá se cruzó con la abuela de esta nena, quien le contó que ya le estaba yendo muy bien en el colegio.
Lo de “manifestar” ¿es verdad?
El hermano de mi suegro solía decir que no iba a vivir más de los cuarenta años. Y a los dos meses de su cumpleaños número cuarenta, falleció. Y yo dije toda mi vida que iba a tener mellizos, y también pasó.
Pero, antes de que me arrojen alguna piedra, aclaro que no estoy de acuerdo con esa filosofía de “manifestar”, porque en eso de “decir lo que quiero para atraerlo”, Dios queda fuera de la ecuación.

Sin embargo, sí pienso que tenemos que tener cuidado con las palabras que pronunciamos. ¿Edifican o destruyen? ¿Están llenas de amor o están envenenadas? ¿Nacen de corazones sanos o proceden de amarguras y resentimientos internos?
Recordar para sanar, sanar para no lastimar
Las personas necesitamos ser “regadas” por palabras que nos edifiquen y que nos hagan saber lo valiosos que somos. Pero si no fue así durante tu vida, si recibiste palabras dañinas que, en vez de levantarte como persona, te destruyeron, es bueno también recordarlas para poder reemplazarlas con las verdades de Dios.
En el próximo artículo (el viernes) voy a hablar de un libro que leí hace algunos meses, sobre cómo sanar un corazón que fue herido por palabras o actos que nos marcaron negativamente.
Así que si este tema te interesa, sumate a mi canal de WhatsApp, donde publico todas las novedades.
Un abrazo grande.
¡Nos leemos!
Hermoso. Me hiciste re pensar las palabras que salen de mi boca…. muy bueno. Gracias. Dios siga bendiciendo tu vida.
Muchas gracias, Mirtha! ♥