Qué significa “Oren sin cesar”

Todos leímos el pasaje que dice “Oren sin cesar” (1 Tes. 5:16), y creo que la gran mayoría alguna vez nos hemos preguntado cómo llevar ese pasaje a la práctica.

Por eso, voy a contar dos situaciones en las que comprendí a qué apunta este pasaje.

Oración por algo cotidiano

La primera situación fue hace ya varios años. Una chica que trabajaba de niñera me contó que, al prepararles el almuerzo a los chicos que cuidaba, ella oraba para que la comida le saliera rica. Ella en ese momento ella no sabía cocinar muy bien, no tenía mucha práctica, entonces mientras cocinaba, oraba y decía: “Señor, ayúdame, que esto salga bien, que salga rico, que a los chicos les guste”.

En ese momento, me sorprendió, porque cuando me lo contó yo no solía incluir a Dios en algo tan cotidiano como el preparar una comida.

Pero de a poco lo fui incorporando, y empecé a entender que Dios nos ayuda y que quiere glorificarse incluso en lo más sencillo.

Sin embargo, también tuve que comprender que, así como Dios nos ayuda en lo cotidiano, también el enemigo se quiere entrometer y quitar la paz en situaciones que pensamos que no son “tan espirituales”.

Noche caótica 

Y esta es la segunda situación que quería contar, que fue hace algunos meses. Era de noche, y yo quería que mis hijas gemelas se acostaran a dormir, pero ellas no querían. Como estaban tan negadas a acostarse, se levantaban, y se iban corriendo al comedor… 

Ellas parecían divertidas, pero en realidad estaban siendo desobedientes. Y yo me empecé a enojar… Fue una situación muy estresante, porque era tarde y ya estábamos todos cansados (menos, claramente, las gemelas).

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En medio de ese caos, mi hija mayor me llamó y, con un tono que denotaba que estaba asustada, me preguntó qué era esa música fea que se escuchaba. No entendía qué era lo que me preguntaba, porque en casa lo único que yo escuchaba eran mis retos y las risas divertidas de las nenas que seguían corriendo de acá para allá. Ya era de noche y teníamos todo apagado.

Pero Luz me explicó que escuchó como si alguien estuviera tocando una canción fea con una guitarra dentro de casa.

En medio de mi enojo, le dije que no pasaba nada, que se durmiera, y la abracé (y no recuerdo cómo, pero finalmente las bebés también se quedaron dormidas).

Pero, aunque en ese momento me costó aclarar los pensamientos, sí medité mucho en esa situación y entendí que las luchas espirituales son constantes, y desde ese momento empecé a ser mucho más consciente de cuánto necesito que el Señor reine sobre mi hogar, que así como en el cielo sea en mi casa, que sea Él quien reine en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo que no parece tan espiritual, que sea Él quien transforme el ambiente de mi casa, que “aquí, como en el cielo, que el cielo venga aquí”, y “aquí” incluye todos los ambientes en los que uno se mueve.

Esa está siendo mi mayor oración en este tiempo, y entiendo que para que Cristo reine en todo lo que hacemos, tiene que estar “invitado” intencionalmente a todo lo que uno hace.

Palabras finales

Me gustó un testimonio que me compartieron hace algunas semanas, de una persona que buscaba trabajo y le pidió al Señor que ese trabajo que Él le diera no fuera solo para suplir las necesidades económicas, sino que tuviera un propósito mayor. Ese mismo pensamiento también quiero tener, estar siempre atenta a los propósitos de Dios, incluso en lo que pueda parecer más sencillo o “terrenal”.

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¡Un abrazo grande!

Marisol

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